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miércoles, 19 de febrero de 2020

INFORME 9: Contaminación por derrames de petróleo, el caso del Prestige

El 13 de noviembre de 2002, tuvo lugar el hundimiento del petrolero monocasco llamado Prestige, cargado con 77.000 toneladas de fuelóleo. Este provocó una gran marea negra que asoló la Costa da Morte gallega y afectó a todo el litoral norte español y algunas zonas de Portugal y Francia (se extendió desde la desembocadura del Miño hasta la costa suroeste francesa), las cuales el 16 de noviembre amanecieron cubiertas de chapapote. Comenzaba así el que ha sido considerado el tercer accidente más costoso de la historia, por detrás del transbordador Columbia y del accidente de Chernobyl, y que aún permanece en la memoria de los españoles como una mancha imborrable.
El accidente tuvo un impacto ambiental y económico de unos 4.000 millones de euros.




Surge un movimiento ciudadano llamado Nunca Máis, que exige al Gobierno soluciones y responsabilidades, que actúen para evitar esa catástrofe. Dado que el Gobierno no ofrecía ni daba soluciones, una corriente de voluntarios llegados de toda España se movilizan junto a los pescadores de la zona, sin apenas medios, para limpiar el fuel que tiñe el litoral. En poblaciones como Muxía  (pleno centro de la catástrofe) se calcula que más de 120.000 personas colaboraron en las tareas de limpieza durante los meses en los que se trabajó contra el 'chapapote'.

 Tras 10 años de juicios e investigaciones, ninguno de los responsables directos del desastre pagaron realmente las consecuencias de sus decisiones y actos. Los miembros del Gobierno que se hicieron cargo de la situación fueron duramente criticados por la mala gestión y actitud con la que lo afrontaron. La gravedad de la situación fue claramente infravalorada y no se tomaron las medidas adecuadas a tiempo, lo que hizo que las posteriores consecuencias se acrecentaran. Tantos años después, la catástrofe medioambiental del Prestige debe seguir siendo un recordatorio de la importancia que tiene cuidar nuestro entorno para la población y un sentimiento de culpa imborrable para los responsables de todos los “Prestiges” del mundo.


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